La Iglesia Prioral de El Puerto

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martes, 1 de septiembre de 2015

Las Azores: ¿Porque nunca hemos visitado a mi patria?


De verdad, ¿un erizo? ¡Pensaba que habia caballos en nuestro escudo!

Mi apellido, Rico, es portugués.  Más precisamente, viene de las islas de las Azores, un conjunto de islas a un tercio del camino de Lisboa a Boston, a 1500 kilómetros de la costa de Portugal.  Mi abuelo, Manuel Rico, nació en Stockton, California, con padres portugueses de las Azores.  Su padre, Manuel Rico, murió muy joven con 34 años después de emigrar de la isla de Terceira.  Mi bisabuela, Teresa Pereira, también de Terceira en las Azores, se casó de nuevo con Nestor Maria de Freitas y tuvo al menos una hija más, conocida por mí como “Aunt Lolly.” 

Unos lugareños raros de las Azores

Tengo solo dos historias de estos antepasados:  primero, que mi bisabuelo Néstor nadó de la isla hasta un barco estacionado en la bahía y se escondió cuando era joven.  Una vez que el barco estuvo bastante en alta mar, apareció y le pusieron a trabajar pelando patatas hasta que llegaron a Boston.  Una vez allá, él caminó a través de las calles, hablando portugués hasta que alguien le entendió y le ayudó.  De cualquier manera él ganó suficiente dinero para coger el tren hasta California, y allá conoció a mi bisabuela Teresa.

Camino bonito.  ¿Anduvo mi bisabuelo por este camino?

Otra historia que tengo de las Azores es de mi abuelo, Manuel G. Rico, quien consiguió llegar desde estas raíces tan humildes hasta ser alcalde de su pueblo de Tracy, California.  Una vez retirado, le entró el gusanillo de viajar, y recorrió el mundo, viajando a varios países y mandando muñecas de cada país para mi hermana Suzi y yo, igual que a mis primas Dawn y Dori.  (Él murió muy temprano, en 1968 antes del nacimiento de mi hermana Simone, con 61 años de edad.)  Uno de sus primeros viajes era, en 1957, a la patria, las Azores, donde visitó el pueblo de su madre.  Se reunió con varios parientes (¿tal vez la primera vez?) y regresó con unos puñados de tierra y piedras del jardín de su madre.  Desafortunadamente ella murió antes de que él regresara a California.

La tierra de mis bisabuelos

A mi entender, ni mi padre ni su única hermana, mi tia Dolores, habían visitado las Azores.  Mi bisabuelo solía decirles de vez en cuando, “No regreses a la patria, este lugar te haría envejecer!”   Ni uno de mis cuatro primos, ni siquiera mi primo Doug, quien ha viajado por todas partes del mundo, han visitado las Azores.   Por lo que yo sé, soy la primera de los Ricos en regresar desde que mi abuelo estuvo en las Azores.


Mi abuelo, el alcalde, a la izquierda

Tercera y cuarta generaciones de portuguesa-americanas

No sabía que esperar en estas islas tan aisladas.  Acurrucadas en el centro del mar atlántico, bañado por la corriente del golfo de México, descubiertas en 1432 y establecidas por los exploradores portugueses con ayuda de los flamencos, las aisladas islas volcánicas Azores son verdes y cubiertas de piedras pómez negras, con muros alrededores construidos por rocas de lava.  Los pueblos son extraordinariamente negros y blancos, un estuco brillante con lava negra enmarcando las puertas y ventanas.  

Las aceras, los edificios, las farolas--todo blanco y negro

El follaje es una mezcla cacofónica con pinos, palmas, arces, maleza indígena y flores tropicales, por eso la isla tiene el sentido de ser un jardín botánico enorme.  Las hortensias bordean casi todas las carreteras, floreciendo como explosiones de azul, rosa, y lila. 

Una mezcla loca de vegetación

¡Aun hay hortensias blancas!


Fuimos primero al oeste de Saõ Miguel, la isla mas grande del archipiélago, hasta Mosteiros.  Luis nos dio la bienvenida a su pequeña casa en el acantilado encima del pueblo y nos mostró el estudio, completo con una litera doble para 4 personas.  Una cascada de terrazas procedentes de un jardín enorme corrían cuesta abajo desde nuestro estudio hasta el mar. 

El jardín de Luis

Llovía y hacía frio cuando llegamos—normalmente nunca hace calor en las islas aun en el verano, pero tampoco son muy frías en el invierno, casi nunca menos de 15˚.  (Se dice que hay cinco estaciones en las Azores, las cuatro normales y una especial, donde se puede tener verano, invierno, otoño y primavera ¡en el transcurso de un día!)  Como no hacía buen tiempo para dar una vuelta, fuimos directamente a la piscina natural en Ferreira, solamente a 8 minutos en coche de nuestro estudio, que es calentado por los agujeros geotermales que existen en muchas partes de estas islas volcánicas.  

El bello atlántico azoreano

Esta cala de lava estupenda, cerrada por tres lados con rocas enormes de lava y abierta al mar por el cuarto lado, tiene su agua salada calentada por los agujeros.  El agua entra como parte de las olas, pasa por abajo, calienta bien, y sube de nuevo con las olas.  Podías elegir el calor de la piscina, moviéndote más por el final de la piscina, donde hay agua a 70˚,  o poniéndote mas por el lado del mar donde podías ir hasta mar abierto y agua a 22˚.  Pasamos tres horas en la ligera lluvia disfrutando alegremente la piscina y pasando de calor al mar frio y de nuevo al calor.   Y al día siguiente regresamos para disfrutarla otra vez al sol (igual tan bonita, solo con mas gente). 

A algunos les gusta el calor, a otros les gusta el frio

Un jacuzzi de lava negra manchada de tinta

Pasamos el día siguiente subiendo la caldera enorme de Sete Cidades, un pueblecito metido entre Lagoa Azul y Lagoa Verde.  La leyenda dice que estos lagos fueron creados cuando se enamoraron una princesa y un joven pastor.  El rey no lo aprobó y ordenó que ellos se separaran.  Las lágrimas que ellos derramaban crearon los lagos, cada uno con el color de los ojos de la princesa o del pastor.  Pudimos circunnavegar casi toda la caldera que contiene los dos lagos.

Los lagos de lagrimas

Subiendo la caldera

De Mosteiros fuimos al nordeste a través del norte de la isla, un paisaje más seco y plano aunque todavía verde.  Pasamos por Furnas, parando para ver las calderas humeantes y despidiendo vapor en el centro del pueblo.  

Bueno y lleno de azufre

Quedamos boquiabiertos mirando a unos seis sacos de algo flotando en el agua hirviendo y burbujeando de una caldera, cuando vino un lugareño pasando encima de la cerca y sacando del agua los sacos…¡de maíz!  Los granos habían hecho del color del agua un amarillo intenso, y preguntamos al lugareño que iba a hacer con el maíz.  –¿Qué?—él nos preguntó.  –¿No habeis visto el maíz que podéis comprar en la plaza arriba?—  Fuimos casi corriendo por la plaza, y por supuesto allá estaba el maíz bastante azufrado y caliente. ¡Delicioso!

La olla de la naturaleza

Terminamos las vacaciones en el lado sureste de la isla, con Maria Resendes y su bonita pensión, La Casa de María de Deus.  Ella nos dio la bienvenida a su casa, nos vistieron en batas suaves, puso toallas en nuestros brazos, y nos mandó a Furnas, donde pasamos sin saber la bonita Poça da Dona Beija, un balneario caliente con cinco piscinas distintas y abierto hasta las 23:00.  Nos remojamos en fuego y azufre por unas horas y regresamos a nuestra pensión relajados y con sueño. 

El baño de bellezas

Detrás de la cascada en Poça Dona da Beija

Probando las flores de jengibre con Maria

Al día siguiente María nos preparó el desayuno—unos bocadillos especiales para el día festivo de la Asunción de María—y ella nos empaquetó también un picnic para nuestra próxima aventura:  Nadar con delfines!  Saltamos a un barco zodiac y salimos buscando los delfines salvajes portugueses.  Una vez ubicados, el capitán manejó el barco hábilmente en la trayectoria de los delfines y nos ayudó a deslizarnos suavamente en el mar para nadar como locos en medio de los mamíferos brincandos.  Solo si lo repites 9 o 10 veces, parece de verdad que has nadado con los delfines, aunque tienes el sentimiento de que a los delfines les parece ridículo que los humanos les persigan tan lentamente. 

Listos para Operación Delfin
Marca aqui ¡para ver los delfines!

Esta noche comimos en el restaurant de Tony, famoso por sus caldos que están cocidos en la tierra caliente de las calderas.  El día después anduvimos por el pueblo de Nordeste y pasamos por la Serra de Tronqueira en un camino bruto y salvaje que atraviesa un bosque espectacular. 

Una cascada de agua templada

El sonido de las aves era tan encantador que tuvimos que parar el coche para escucharlo, y después encontramos un lugar para nuestra picnic.  


El bosque misterioso
Regresando por la tarde a la casa de María, ella organizó un encuentro con su vecino José, que tiene una rebaño de vacas lecheras.  Por fin una oportunidad para saber de donde viene la leche… ¡y que deliciosa es tan fresca!

Hasta las vacas son blancas y negras

No es tan fácil sacar leche

¡Gracias por la lección, José!

Terminamos nuestro viaje con una noche más en la Poça da Dona Beija, y después fuimos a Ponta Delgada, y volamos a Lisboa, donde nos esperaba nuestro “Lion Car” fiel.  El coche nos llevó sin problema de nuevo a El Puerto (esto dice algo de un coche de 1997 que está reparado con cuerdas de guitarra y sutura de Kevlar!).  En El Puerto vinieron a visitarnos mi amiga de largo tiempo, Jenny Israel, y sus dos hijas Jesse y Katie.  Ellas llegaron con una guitarra y un ukelele, pues por eso ensayamos unas horas y actuamos en el Bar Conxuro de Valdelagrana. ¡El gran estreno cantando para Tia y Sasha!

Una actuación exitosa

Las niñas eran las mejores

Pero todavía no estábamos listos con los viajes.  Estad atentos para Santiago Compostela, Porto, y las Islas Cies en la próxima blog!

¡Hasta la próxima, Azores!




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